Batalla de los puentes largos

La Batalla de los puentes largos se libró el año 15 entre las legiones romanas de Germánico y comandadas por Cecina Severo, y una alianza de tribus germanas al mando de Arminio e Inviomerus, su tío.

Germánico, desanimado al rehuir su enemigo continuamente el combate directo, se retiró a la Galia. Como no podía embarcar con él a todo el ejército, parte del mismo regresó a pie, siendo sorprendidos por los germanos. Tras unas escaramuzas en el que salieron derrotados, los romanos consiguieron aguantar el envite germano y hacerlos huir, a pesar de la inferioridad numérica.

CONTEXTO HISTÓRICO

Después de la derrota de Publio Quintilio Varo en Teutoburgo, Tiberio, por entonces general, dirigió exitosamente una serie de expediciones de castigo contra los germanos. Su meta era evitar una posible invasión germánica, o que se provocaran disturbios en la zona, a raíz de la anterior derrota romana. Pero tras unos años, decidieron dejar de incursionar más allá del río Rin.

Cuando Tiberio sucedió a César Augusto, siguió manteniendo la política de su predecesor de fijar el Rín como frontera natural, aunque su hijo adoptivo Germánico, en su afán de emular a su padre Druso, decidió por propia iniciativa lanzar un ataque contra los pueblos germánicos, invadiendo sus territorios y utilizando como trampolín la Galia. Sin embargo, éstos evitaban el enfrentamiento directo, replegándose ante cada avance de las legiones. Germánico, desaminado por la huida de su enemigo y consciente de que conforme más penetrara en la Germania más peligro tenía de verse rodeado, optó por retroceder a la frontera con la Galia. Para ello, dividió sus fuerzas en dos: embarcó con los que pudo y ordenó al resto, comandados por Cecina Severo, regresar a pie por el camino más rápido, atravesando un peligroso pantano aprovechando que en él había pasos elevados para cruzarlo.

Pantano

No obstante, Arminio y los germanos se encontraban muchísimo más cerca de lo que los romanos pensaban, y al ver que su enemigo dividía las fuerzas y parte de ellas se internaba en un pantano, decidio pasar a la ofensiva.

PRIMEROS ENFRENTAMIENTOS

Aprovechando la lenta marcha de los romanos por la ciénaga, Arminio y sus numerosos germanos los adelantaron apostándose en un estrecho paso. Con ello esperaban caer por sorpresa sobre el desprevenido enemigo, y obtener así una victoria fácil.

Sin embargo, paradójicamente los romanos avanzaban muchísimo más lentamente de lo esperado, pues se veían obligados a reparar continuamente los deteriorados pasos para facilitar el paso de los carruajes, que no cesaban de hundirse en el barro. Finalmente la noche llegó antes de que los romanos salieran de la laguna, para pesar de Arminio y sus hombres. Además, Cecina, general romano con más de 25 años de experiencia militar, encargado de dirigir el avance, se mostró cauto y optó por acampar, pues aunque no lo sabía con certeza, pensaba que los germanos los estaban controlando. Arminio decidió entonces hostigar abiertamente a los romanos durante su cruce por el pantano, no viendo Cecina otra salida que dividir las maltrechas fuerzas romanas en tres grupos: Los zapadores encargados de seguir construyendo y arreglando los pasos elevados, algunos legionarios y auxiliares que debían defender la impedimenta, y finalmente, el grupo más nutrido de legionarios que harían de barrera contra el enemigo. Por el contrario, el principal objetivo de los germanos era entorpecer a los zapadores, pues el tiempo jugaba contra los romanos.

En un terreno pantanoso, los legionarios no podían adoptar la formación de combate, en la que se basaba toda la fuerza de la legión. Hundidos en el fango, e inmovilizados por el peso de sus armaduras lorica segmentata, no eran rivales para las armas arrojadizas ni para las lanzas germanas, quienes se movían ágilmente por aquella zona encharcada al estar desprovistos de armadura pesada. Además, Arminio envió a varios de sus hombres a desviar el curso de un río cercano, para hacer que el pantano subiera de nivel y sumergiera de nuevo los pasos que estaban reparando los romanos, lo cual imposibilitaría el tránsito de los carros. En esta situación, los romanos morían a cientos sin poder apenas defenderse. Sólo la noche evitó el desastre total, ya que los germanos se retiraron a los bosques que rodeaban la laguna, dando un respiro a Cecina.

DESASTRE

Los legionarios, totalmente desmoralizados y con el recuerdo del desastre de Varo y sus hombres, comprendieron que su única posibilidad era luchar en tierra seca. Por ello, Cecina mandó a dos legiones desplazarse respectivamente a una y otra orilla de la laguna al amanecer, y resistir allí el acoso de los germanos, quedando los carros de la impedimenta, auxilares, heridos y los zapadores en el interior de la laguna, avanzando lentamente. El objetivo era salir de allí en el menor tiempo posible y alcanzar una pradera cercana donde los legionarios pudieran desplegarse en formación de combate. Sin embargo, éstos, al verse ampliamante superados numéricamente por su enemigo, optaron por huir hacia la pradera, abandonando la columna central, atascada en la laguna, a su suerte.

Movimiento de las tropas

Arminio aprovechó la ocasión para cargar contra la larga línea romana, partiéndola en varios segmentos. Sólo la poca organización y disciplina germana (que en mitad de la lucha dejaban de combatir y se dedicaban a robar el botín de los carros) permitieron a muchos romanos alcanzar la orilla y reunirse con las legiones desertoras, tras sufrir multitud de bajas y perder la mayoría de la impedimenta (provisiones, medicinas, herramientas, etc.). Se estima que de 25.000 a 30.000 efectivos iniciales, a los romanos les quedaban 15.000-20.000.

CARGA FINAL

Con la llegada de la noche, los romanos construyeron como pudieron un campamento fortificado con foso. Cecina pensaba que la única opción era simular (aún más) debilidad para luego sacar de golpe todas sus fuerzas del campamento y atacar a la desesperada. Para ello, aleccionó a sus soldados para que no perdieran la poca moral que les quedaba y no desertaran.

En el otro bando, Arminio defendía la postura de seguir hostigando a los romanos, pero Inviomerus y el resto de los jefes tribales, más impulsivos y confiados por los éxitos anteriores, decidieron dar la estocada final a las maltrechas fuerzas romanas. Y se prepararon para asaltar el campamento. Para ello, los germanos rodearon completamente la posición enemiga, y ante la escasa y débil defensa romana, animados, tomaron sus muros, rellenaron el foso y asaltaron las puertas. Pero para la mayor de sus sorpresas, encontraron a los legionarios en formación de combate y preparados para la lucha; y para acrecentar el desconcierto, éstos tocaron con cuernos y trompetas las conocidas órdenes de carga y salieron del campamento a toda prisa, arrollando a los desprevenidos y desorganizados germanos que intentaban entrar en el campamento. Los germanos, que no esperaban encontrarse a las legiones en formación y ni mucho menos, cargando contra ellos, quedaron aterrorizados; y tras producirse una gran mortandad entre ellos en los primeros instantes del combate, huyeron en desbandada. Incluso Inviomerus fue herido en combate. Los romanos, cansados de perseguir a los germanos durante todo el día, pudieron recuperar parte de la impedimenta perdida, tomar fuerzas y continuar con el regreso a la frontera del Rin para reunirse con Germánico.

 
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