Conquista romana de Britania

En su Historia Eclesiástica de Inglaterra, escrita hacia el 700 dC, Beda el Venerable nos incluye el relato de la conquista de Britania, iniciada por César y retomada casi un siglo después por Claudio. En su capítulo II nos narra la primera intentona romana, realizada en el 55aC por un César que, no contento con tener abiertos múltiples frentes en la Galia, encuentra un ratito para poner el primer pie en Inglaterra.

CAYO JULIO CESAR, EL PRIMER ROMANO QUE VINO A INGLATERRA

Britania no había sido nunca visitada por los romanos, y por tanto era totalmente desconocida por ellos antes de Cayo Julio César quien, en el año 693 tras la fundación de Roma, pero año sesentavo antes de la Encarnación de Nuestro Señor, era Cónsul con Lucio Bíbulo, y mientras guerreaba contra germanos y Galos, que tan sólo estaban divididos por el río Rhin, llegó hasta la provincia de los Morinos, desde la cual el pasaje hacia Britania es más corto.

Aquí, habiendo aprovisionado cerca de 80 navíos de carga y de remos, zarpó hacia Britania, donde, siendo primero duramente recibido en una batalla, y después afrontando una violenta tormenta, César perdió una considerable parte de su flota, una cantidad no pequeña de soldados y casi todos sus caballos. De regreso a la Galia, envió a sus legiones a sus cuarteles de Invierno y dio órdenes para que se construyeran seiscientos navíos de ambos tipos.

Con ellos pasó otra vez a Britania a comienzos de la Primavera pero, mientras marchaba con un gran ejército hacia el enemigo, los barcos, mal anclados, fueron por una tempestad, bien sacudidos unos contra otros, bien lanzados contra las arenas donde naufragaron. Cuarenta de ellos se perdieron, los demás con mucha dificultad fueron reparados.

La caballería de César fue, a la primera carga, vencida por los britones, y su tribuno Labieno, muerto {nota del autor: creo que aquí Beda se deja llevar por el entusiasmo britano, ya que a Labieno lo vemos años más tarde, vivito y coleando, enfrascado en la Guerra entre Pompeyo y César}.



En el segundo embite, con gran esfuerzo de sus sus soldados, puso en fuga a los britones. Después procedió hasta el río Támesis, donde una inmensa multitud de enemigos se había hecho fuerte en la orilla más lejana del río, bajo el mando de Casibelauno, y había plagado el lecho del río y sus bajíos con estacas afiladas; los restos de estas aún pueden verse hoy en día, aparentemente del grueso de la pierna de un hombre, y habiendo sido reforzadas con una capa de plomo, todavía permanecen fijas inmóviles en el fondo del río.

Entonces, viendo esto y evitándolo los romanos, los bárbaros no se vieron capaces de afrontar un choque frontal contra los romanos y se refugiaron en el bosque, desde donde astutamente lanzaron pequeños y repetidos ataques sobre los romanos.

Mientras tanto, la ciudad fortificada de Trinovanto, con su comandante Andrógeo, se rindió a César, dándole cuarenta rehenes. Muchas otras ciudades, siguiendo su ejemplo, acordaron tratados con los romanos. Con su ayuda, César tras largo tiempo consiguió tomar el fuerte de Casibelauno, situado entre dos pantanos, y fortificado por los bosques adyacentes, y se rehabitualló completamente.

Después de esto, César regresó a la Galia, donde no tardó en enviar a sus legiones a sus cuarteles de Invierno, y rápidamente fue distraído con guerras y tumultos que se alzaron contra él por doquier.

 
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